lunes, 30 de junio de 2014

¿Qué es adorar?
Introducción:
Fanny J. Crosby (1820-1915) quedó ciega como resultado de una receta médica equivocada. Le entregó su vida a Cristo a sus 31 años.  Ella escribió 9,000 himnos. En cierta ocasión, alguien quiso consolarla por la tragedia de ser ciega. Ella respondió que no se lamentaba, pues al llegar al cielo el primer rostro que vería sería el de su salvador. Les invito a que abramos nuestra Biblia a Isaías 6: 1-13 donde veremos las características que debe tener nuestra alabanza. Hoy aprenderemos tres cosas que la adoración a Dios nos enseña para ello debemos transportarnos a este culto celestial registrado fielmente en la Escritura, donde el profeta Isaías tuvo el privilegio de ser parte.
I.  ADORAR ES CONFIAR EN DIOS 6:1



A.  Isaías registra su visión: en el año que murió el rey Uzías.
1.  Este rey reinó durante 52 años en Jerusalén.
2.  Fue un rey exitoso porque conquistó muchos reinos de alrededor.
3.  Tenía un ejército con armas poderosas.
4.  Floreció la agricultura porque era amigo de ella. Esto implica que era rico en alimentos.
5.  Lo malo: fue que se enalteció ya que quiso ofrecer incienso por lo que Dios lo castigó con lepra.
B.  Isaías vio sentado al Rey de Reyes aunque el rey Uzías ya no estaba en su trono.
C.  Isaías contempló la más sublime adoración celestial al Rey.
1.  La majestuosidad del Rey de Reyes nuestro gran Dios.
2.  “Alto y sublime” – el trono estaba elevado en las alturas porque es el Dios Altísimo.
3.  Las túnicas gloriosas del Rey llenaban el templo. Características de los reyes orientales en sus ropas de gala.
4.  Posiblemente Isaías está en templo aunque esta adoración trascendió más allá de lo terrenal.
D.  Aplicaciones:
1.  Aunque estemos pasando cosas difíciles en la vida debemos saber que Dios está en su trono y él está reinando. Él tiene el control absoluto. Quizá está enfermo postrado en cama, tiene problemas económicos, sus negocios están en crisis, hay familias en crisis, etc., pero Dios tiene el control.
2.  Quizás usted haya puesto su confianza en el hombre, pero los adoradores debemos poner nuestra confianza en Dios.
3.  Debemos pedirle a Dios que nos perdone porque muchas veces hemos confiado en nosotros mismos o en las cosas materiales pero menos en Dios.
4.  Cuando adoramos como congregación a veces le ponemos más atención a los ritmos, a los detalles, a la bienvenida, a los músicos, pero se nos olvida que el centro de nuestra adoración es Dios quien está sentado en su trono.
II.  ADORAR ES RECONOCER LA SANTIDAD DE DIOS 6:2-7
A.  Isaías vio a los seres angelicales “serafines” parte de la corte celestial, eran como ministros de estado v.2
1. Serafín significa “ardiente”
2. Con seis alas
3. Dos alas cubrían el rostro, porque no se atrevían a mirar la gloria de Dios de forma directa. Se reconocían indignos de mirar al santo Dios.
4. Con las otras dos cubrían sus pies.  Reconocían su inferioridad a pesar de estar consagrados al servicio de Dios. Actos de reverencia a Dios.
5. Con las otras dos volaban mientras servían al que estaba sentado en el trono.
B.  Los serafines proclamaban la santidad de Dios – v.3
1.  “Santo, santo, santo” – esta declaración triple de la santidad de Dios santísimo, el más santo. Habla de la pureza de Dios.
2.  Vea Apocalipsis 4:8 – Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir.
3.  “Toda la tierra está llena de su gloria” – v.3b – porque toda la plenitud de la tierra es su gloria.
C.  Por tal razón, Isaías creía que moriría porque siendo pecador había visto al Dios sublime 6:5
1.  Pronunció su propio ¡ay! de si mismo reconociendo su culpabilidad ante Dios.
2.  Identificando el pecado de él y su pueblo “inmundo de labios” – “quejarnos” – si los labios estaban sucios el corazón lo estaba.
3.  Al verse confrontados con la presencia del Señor.  Ejemplos bíblicos: Lc 5:8 – Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.Job 42:5 – De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Job 42:6 – Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza.
4.  Isaías es purificado. V.6 – A veces el arrepentimiento es doloroso.
D.  Aplicaciones.
1.  Al decir que somos adoradores del Rey de Reyes tenemos que reconocer que no somos dignos de adorar a Dios por tan indignos que somos.
2.  Dejemos de ser cristianos superficiales, de apariencia, de adorar a Dios solo de labios.  Seamos verdaderos adoradores que viven a la luz de la santidad de Dios.  Reconozcamos nuestros pecados y pidamos al Señor que nos limpie de todo pecado.
3.  Debemos tener reverencia a Dios, algo que se está perdiendo en el mundo evangélico.
4.  A veces en nuestros cultos ni cantamos, pensando en las cosas que haremos, pensando quién llamaremos por medio del celular a menos que tenga una emergencia, jugando, pasando papeles, se nos olvida que nuestro centro de adoración es Dios.
5.  Fuera de los cultos de la congregación, en nuestro diario vivir debemos reconocer que Dios es santísimo y vivir así en un mundo pecaminoso.
III.  ADORAR ES COMPROMETERSE CON ÉL v.8-13
A.  Dios preguntó quién llevaría su mensaje.
1.  Dios hablando en plural
2.  Isaías el único ser humano presente en la adoración celestial. Se ofreció él mismo.
B.  Dios envió a Isaías a endurecer al pueblo mediante sus mensajes proféticos vs.9-10.
C.  Este endurecimiento siguió hasta que fue destruido y deportado 6:11-13.
D.  Dios no destruiría por completo a Judá, sino dejaría un remanente 6:13b.
E.  Aplicaciones:
1.  Quizás hasta aquí usted se ha conformado con solo asistir a los cultos.  Dios siempre nos habla a través de sus cantos. Que nos comprometamos a su obra.
2.  Quizás nos hemos hecho indiferentes al llamado que Dios ha estado diciendo.
3.  Es tiempo que usted le diga: “Envíame a mí Señor, yo lo haré”.
CONCLUSIONES:
1.  Hagámonos una pregunta personal ¿Estoy confiando en el Señor ante los problemas que nos vienen?  Recuerde que Dios tiene el control de lo que pasa aunque usted no lo crea.
2.  Evaluemos también nuestra santidad práctica, si hay pecado en nuestra vida. Pidamos perdón y apartémonos.  Dios y usted sabe lo que tiene que hacer.  Dondequiera que andemos honremos el nombre del Señor porque un día lo haremos por toda la eternidad.
3.  Comprométase a servir a Dios de acuerdo a los dones y habilidades que Dios le ha dado para este próximo año.
4.  Sea un verdadero adorador del Rey de Reyes.

lunes, 19 de mayo de 2014

¿Qué es la torá? ¿Es la Tora lo mismo que la Biblia?

Los judíos llamaban Torá a los primeros cinco libros del Antiguo Testamento. Los libros que incluye la Torá son: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, y Deuteronomios. Estos libros nos dicen como Dios creó el mundo y como escogió a los judíos.  Ellos también explican las leyes y las tradiciones que Dios quiere que sigamos.

La Torá tiene símbolos, o señales especiales, que prueban que Jesús era realmente El Salvador prometido y enviado por Dios. Tristemente, la mayoría de los judíos no creyeron en Jesús como su Salvador cuando Él vino.

Versículos clave:

“Ustedes examinan las Escrituras porque piensan tener en ellas la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio de Mí! Pero ustedes no quieren venir a Mí para que tengan esa vida” Juan 5:39-40.

Y muchas otras señales (milagros) hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro; pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer, tengan vida en su nombre” Juan 20:30-31.

Ahora pues, si en verdad escuchan mi voz y guardan mi pacto, serán mi especial tesoro entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra. Ustedes serán para mi un reino de sacerdotes y una nación santa. Estas son las palabras que dirás a los Israelitas” Exodo 19:5-6

domingo, 16 de marzo de 2014



¿Cuál es el hablar que sana, levanta y transforma?



El poder de una palabra! El pequeño freno que domina el cuerpo pesado y fuerte del caballo. El pequeño timón que hace girar una gran nave en alta mar, aún contra los vientos de una tempestad. La pequeña chispa que enciende un gran bosque. Son las figuras que Santiago usa para impresionarnos con el poder de la lengua y la responsabilidad que tiene la
persona que abre la boca para hablar–hasta el punto de decirnos que no muchos deben ser maestros porque es tan fácil traicionar el llamamiento de educar y edificar. Estas figuras nos hacen recordar que las palabras de un pintor de casas, Adolfo Hitler, encendieron una guerra mundial y libró una maldad que todavía marca nuestra sociedad. Pero, también recordamos
las palabras de un Winston Churchill que fortaleció un país para soportar los bombardeos díay noche y al final, movilizaron muchos países para resistir y vencer el poder militar más fuerte y ambicioso que jamás se había conocido.
Santiago 3:1-12 enfatiza los peligros de la palabra y sus efectos negativos cuando nos
recuerda que “todos ofendemos muchas veces” y “Si alguno no ofende en palabra, éste es
varón perfecto”. Usa expresiones como “la lengua es un fuego, un mundo de maldad”,
“contamina todo el cuerpo”, “inflama la rueda de la creación” y “ella misma es inflamada por
el infierno”. Nos desanima escuchar las palabras, “ningún hombre puede domar la lengua,
que es un mal que no puede ser refrenado, lleno de veneno mortal”.
Pablo también estuvo consciente del impacto negativo de la lengua cuando escribió
que el cristiano debe evitar “la palabra corrompida” (
Ef. 4:29). El vocablo que usó describe
una fruta podrida, fea y hedionda. Pablo no habló sólo de expresiones huecas, sino de todo lo
que no edifica, expresiones que atacan, humillan, critican, culpan, burlan, desaniman,
amenazan, lastiman, engañan; el sarcasmo que hiere, el humor que humilla, lo que causa
disenciones o la información que rompe amistades y arruina reputaciones. Nos hace recordar
a todos en nuestro pasado, una expresión de un amigo, de un maestro o de nuestros padres
que nos lastimó y que nunca hemos olvidado porque marcó hasta el momento nuestra manera
de vernos a nosotros mismos. Si la lengua puede hacer tanto mal, nos da ganas de no abrir la
boca jamás.
No obstante, Santiago también dice que “con ella bendecimos al Dios y Padre….De
una misma boca proceden bendición y maldición”. Sí, la maldad sale de la boca, pero
también la bondad, el amor y la edificación pueden salir de la boca. Pablo dice que es posible
que el cristiano diga palabras que sean “buenas para la necesaria edificación a fin de dar
gracia a los oyentes” (
Ef. 4:29): palabras de ánimo, estímulo, afirmación, afecto, admiración,
agradecimiento, humildad, compromiso, apoyo, entusiasmo; palabras que piden o dan apoyo
y consejo, que enseñan, que piden perdón y perdonan, que sanan heridas, que reconocen que
cada uno es frágil, que comparten alegrías, sueños y metas. Toda la Biblia testifica del poder
positivo de las palabras, llegando a su clímax con las bellas enseñanzas de Cristo que han
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marcado para bien la civilización humana. Después oímos el testimonio y las predicaciones
de los seguidores de Jesús y las enseñanzas de los apóstoles que han impactado y orientado la
transformación de millones de vidas por más de veinte siglos.
A. “¿POR QUÉ DIJE TAL COSA?”
Todos recordamos algo que dijimos y que tarde o temprano reconocimos como un
gran error. ¿Por qué habíamos dicho tal cosa? Jesús contesta esta pregunta: “¿Cómo podéis
hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre
bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; el hombre malo, del mal tesoro saca
malas cosas” (
Mateo 12:34-35). La paráfasis en Inglés que llamamos “The Message” (“El
Mensaje”) dice así, “Es tu corazón, no el diccionario, que da significado a tus palabras. Una
persona buena produce actos y palabras buenas año tras año. Una persona mala es una plaga
en el huerto de frutales”.
¿Por qué critico a las personas en la iglesia? ¿Por qué murmuro sobre pequeñas
ofensas y molestias? ¿Por qué disparo palabras con intención de lastimar a los que están más
cerca de mí? ¿Por qué informo a varias personas del error o pecado de otro para que pierdan
respeto por él? ¿Por qué exagero un poco para ganar el argumento o para que me vean mejor?
¿Por qué cuento lo que alguien me compartió en confianza? La Biblia dice que es porque
dentro del corazón del hombre están los deseos de herir, de defenderse a toda costa, de
imponer nuestra opinión, de mostrar que somos importantes porque tenemos las noticias.
Jesús habló de estos temas en varias ocasiones: “No es buen árbol el que da malos frutos, ni
árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol se conoce por su fruto….porque de la
abundancia del corazón habla la boca” (
Lucas 6:43-45). Culpar la lengua es sólo una figura
que nos evita discernir las raíces del problema que son nuestros móviles de egocentrismo,
ambiciones, malicia, venganza y soberbia. Intentar apagar la comunicación que daña es
como matar algunas pocas cucarachas que salgan a la luz. A menos que fumiguemos la casa,
seguirán prosperando y propagándose en los rincones oscuros.
Después del discurso clásico de Santiago sobre la lengua, él habla de la sabiduría
porque es la sabiduría interna que influye en el hablar de la persona. Hay dos tipos de
sabiduría dice él. Una que produce “celos amargos y contención,” la jactancia y la mentira,
“perturbación y toda obra perversa”. En el vocabulario dramático del hermano de Jesús, él
describe esta sabiduría como “terrenal, animal, diabólica”.
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Por otro lado, “la sabiduría de lo alto es primeramente pura [sincera en sus
intenciones], después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin
incertidumbre ni hipocresía.” Esta sabiduría viene del cielo, de Dios y de su Palabra, y
produce el hablar que motiva, sana las relaciones, levanta las personas, las edifica y las
transforma. Lo que está en el corazón hace la diferencia.
Queremos saber cómo tener un corazón así, pero antes, pensemos un momento en los
pecados que comete la sabiduría humana.
B. ¿CUÁLES SON ALGUNOS PECADOS DEL HABLAR?
Seremos más sensibles para reconocer nuestros errores si recordamos los errores que
cometemos al hablar. Posiblemente llegaremos a entender cuáles son las motivaciones
carnales que promueven estos tipos de comunicación.
El chisme. Tal vez el chisme es el comportamiento de la lengua que parece el más
inocente porque es sólo un medio de comunicación. Pero, por aparentar tal inocencia, es muy
común y peligroso. Existe un “mercado” muy grande para cierto tipo de información,
generalmente negativa. Si sabemos que la noticia no es toda la verdad, entonces, no es
“inocente”–en vez de llamarlo “chisme” se debe llamar difamación o calumnia.
Pero, generalmente pensamos que es la verdad. Si es la verdad, entonces, muchos
asumen que todos deben saberlo y tienen derecho de saberlo. El primer problema es que
muchas veces no hay manera de constar la verdad o no tomamos interés en averiguar la
verdad antes de comunicar la “información”. Después cuando nos damos cuenta que no
sucedió como habíamos pensado u oído, ya es demasiado tarde para recoger, aclarar o
corregir lo que se ha regado por todos lados y daña la reputación de otros.
El segundo problema es que, aunque sabemos de primera mano que la información es
verdadera, es necesario hacer algunas preguntas. ¿Tengo el derecho de contarlo? ¿Será
edificante para la persona que la escucha? ¿El será una persona mejor por haber aprendido
ésto? ¿Es necesario que él sepa? Y ¿qué efecto tendrá en la vida de la persona que es el
objeto del relato o los comentarios? ¿Le ayuda que otros sepan? ¿Le respetan más? ¿Le
confían más? ¿Compartir la información contribuye a resolver el problema? o ¿Posiblemente,
hace más grande y complicado el problema?
Otra consideración es ¿por qué quiero contarlo? ¿Qué me motiva? ¿Quiero que me
vean como persona enterada, que sabe las cosas? O ¿será que realmente deseo manchar la
reputación o el testimonio de la persona? ¿Quiero crear pugna entre la persona que es el tema
del relato y la que escucha el informe? No digamos que todo es para que otros oren por el
problema. Si la información no debe regarse, la oración no es suficiente razón por dañar a
otra persona. Podemos pedir oración sin dar los nombres y los detalles.
El hablar, página 4
Posiblemente la primera pregunta que debo hacer es si estoy violando una confianza.
¿Me contaron en confianza? ¿Aprendí la información en una sesión? O, ¿me contó alguien
que lo supo en una sesión? Los temas de las sesiones, especialmente asuntos delicados que
tratan de individuos, son confidenciales. Si es necesario que otros sean informados, esto se
hará en el momento apropiado, por el medio más apropiado, por la persona designada, con las
explicaciones apropiadas y sin los detalles que no sean necesarios. No somos los dueños de
esta información con derecho de divulgarla a otros. Aún, contarlo a una persona muy cercana
arriesga que llegue a otros y haga mucho daño.
Un principio bíblico que debe guiarnos y frenarnos es que somos celosos por la
reputación de Jesucristo y de su Cuerpo. El hablar que daña el testimonio de un hermano en
Cristo, daña a todo el Cuerpo. Somos perjudicados nosotros mismos porque somos
“miembros los unos de los otros”. Lo más importante es que daña el nombre de Dios. Hace
algunos años surgió un problema en una congregación cristiana a la que asistimos—un
problema que amenazaba dividir la iglesia. Fue una época muy triste en la vida de los
cristianos. Gracias a Dios, se superó. Sin embargo, el momento más triste fue cuando supe
que miembros de la iglesia lo habían contado a no cristianos en la comunidad y ahora ellos
tenían otra excusa para no escuchar el mensaje del amor y sacrificio de Jesús.
Cuando 
Santiago 4:11 exhorta, “Hermanos, no murmuréis los unos de los otros”
podría traducirse, “no habléis mal los unos de los otros”. La regla general debe ser, si es una
información negativa, no debemos hablar nada del asunto. Pero, uno dirá, “En algunos casos,
es mi responsabilidad informar lo que pasó”. Bajo el tema de la crítica, comentaremos la
situación cuando creemos que alguien debe saberlo. Veremos que es muy importante escoger
cuidadosamente a quién lo contamos.
La indirecta. Se cuenta del primer piloto de un barco, de quien, después de una
parranda de tragos, el capitán anotó en el diario de navegación: “Piloto borracho hoy”. ¿Sabe
cuál fue la venganza del piloto? Pocos meses después escribió a hurtadillas en el diario de
navegación: “Capitán sobrio hoy”. Kent Hughes dice: “Lo mismo ocurre con la palabra
contenida, con el silencio embarazoso, con las cejas arqueadas, con la mirada burlona….”
Nos damos cuenta que no tenemos que decir las cosas en la cara para que la
comunicación sea clara y dura. La respuesta sarcástica, la broma o la burla que llega
demasiado cerca de la realidad y el apodo que lastima. A menudo se hace en un grupo
familiar o de amigos porque no lo haríamos en privado. Sería demasiado directo. La persona
lo entiende y otros se dan cuenta y el ambiente se carga con pena y resentimiento. Es posible
hacerlo desde el púlpito, en una sesión, en un estudio bíblico. Tal vez, la intención fue la
diversión inocente pero una persona queda lastimada.
De nuevo, tenemos que preguntarnos ¿por qué lo hacemos? ¿Será que realmente
estamos molestos con la persona? ¿No hemos aprendido el procedimiento bíblico de tener
paciencia y perdonarle? ¿Debemos acercarnos y hablar directamente con el fin de
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reconciliarnos? ¿Será que queremos llamar la atención a nosotros mismos? ¿Ser el payaso?
¿Aparentar ser divertido? ¿Mostrar una forma de valentía? ¿Queremos lastimar a la persona o
que le dé pena delante de otros? o ¿Es una forma de venganza? ¿Será que es sólo una falta de
consideración y amor?
La adulación. Si el chisme es decir a espaldas de una persona lo que uno no le diría
teniéndola de frente, Hughes sugiere que la adulación significa decirle de frente lo que no
diríamos a sus espaldas. Le expresamos un cumplido, le elogiamos, pero insinceramente.
Proverbios nos orienta sobre esta práctica: “El hombre que lisonjea a su prójimo, red tiende
delante de sus pasos” (29:5). “La lengua falsa atormenta al que ha lastimado, y la boca
lisonjera hace resbalar” (26:28). El Salmo 12:3-4 amenaza a todos los que usan la lengua para
ganar ventaja: “Jehová destruirá todos los labios lisonjeros, y la lengua que habla
jactanciosamente; a los que han dicho : Por nuestra lengua prevaleceremos”.
¿Cuál es la motivación de la adulación? Puede ser un hábito con algunos, tal vez una
forma de manipulación que aprendieron temprano en la vida y que les ha servido para quedar
bien o salirse con la suya con padres, familiares, maestros, jefes o amigos. Posiblemente ni
reconocen que no es sincero y que lo hacen con interés. Puede ser el comportamiento de una
persona insegura de sí misma y que busca la aceptación de otros.
Por otro lado, no debemos callarnos cuando sinceramente reconocemos los valores,
las habilidades o la fidelidad de otros. Dios quiere usarnos para agradecerles, estimularlos y
animarlos.
La crítica. Al expresar una crítica nuestra naturaleza tal vez nos dice que estamos
haciendo un bien. Decimos que nuestros altos ideales, nuestro afán por la rectitud o el deseo
que otros superen es lo que la motiva. No hacen falta las ocasiones para criticar. Vivimos en
una sociedad de imperfección y pecaminosidad. Las leyes del país, las costumbres que
aprendimos en la familia, las preferencias personales, las normas de la Palabra de Dios y las
costumbres de nuestra iglesia proveen muchas oportunidades para que las personas no
lleguen a llenar nuestras expectativas.
También es un comportamiento aprendido en muchos círculos cristianos o familiares,
grupos de amigos, compañeros de estudio o de trabajo o reuniones sociales. Una vez un
amigo comentó que la crítica es “la diversión nacional” de cierto lugar. Parece que la manera
de mostrarnos sabios, personas con criterio, hábiles o superiores es rebajar a otros con la
crítica. O la manera de ventilar el descontento en la oficina, el taller o la iglesia es enfocar el
comportamiento, las normas u otros procedimientos en ese contexto. Puede ser un mecanismo
de autodefensa, de ataque, de revancha, de celos, de envidia o de múltiples otros motivos.
Posiblemente, la llamamos “crítica constructiva”. Creo que la crítica constructiva es la
que se da después de mucha consideración, se hace con el único propósito de mejorar las
condiciones o la conducta, se ofrece selectivamente según la importancia del asunto y se
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comunica prudentemente a personas que están en posiciones dónde pueden usar la
información para tomar decisiones, cambiar los procedimientos o la conducta y mejorar las
condiciones. Hablar del asunto con todo el mundo crea descontento y un ambiente de
oposición y rencor que no mejora la situación.
Jesucristo, al sentar las normas para los miembros de su reino decía:
No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis
juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja
que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?
¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el
ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para
sacar la paja del ojo de tu hermano” (
Mateo 7:1-5).
Pablo exhortó: “Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis
irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y
perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo” (
Filipenses 2:14-
15). Pablo estaba en prisión en Roma, acusado injustamente por personas que ni tomaron la
molestia de viajar a Roma a testificar y llevar el juicio a una conclusión. Habría mucha razón
de criticar y juzgar pero la carta reportaba los frutos del ministerio en la prisión y agradeció la
ofrenda de los cristianos en Filipos. En esta circunstancia, el apóstol testificó:
“No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que
sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo
estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener
abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”
(4:11-13).
Ahora, es cierto que en la vida humana tiene que haber criterios, crítica y juicio. Los
jueces y autoridades civiles tienen un papel que han de cumplir bajo la autoridad de Dios. Las
autoridades de cualquier institución tienen que evaluar, nombrar y mover personal. Tienen
que evaluar, criticar y decidir entre varios procedimientos, planes y proyectos. Los líderes de
una iglesia o denominación están obligados a evaluar y escoger a personas para cumplir con
ministerios y distintas tareas. Dios puede llamar a un cristiano a ministrar a otro que está
fallando para que enderezca su camino. Fijémonos en quiénes han de hacerlo y la manera y el
espíritu en el cual han de cumplir este ministerio:
Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales,
restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú
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también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley
de Cristo. (
Gálatas 6:1-2)
Jesús y Pablo están hablando del espíritu de juicio y crítica que no es motivado por
deber, crecimiento, madurez y amor, que no busca el bienestar de la persona o la institución.
Es un juicio y crítica motivados por el poder, la soberbia, la ambición, la malicia, el
descontento, el sentir de superioridad o de inferioridad, que alimenta el orgullo de la persona
que lo hace.
Podemos mencionar algunos procedimientos que por lo general pueden guiar al
cristiano cuando ha observado algo negativo y tal vez debe decirlo a otro o recomendar algo.
1) Evitar decir cosas negativas tocante a otra persona o grupo.
2) En lo posible, no escuchar este tipo de comunicación.
3) Siempre recurrir a Dios con peticiones por las personas y acción de gracias a Dios
antes de tomar alguna acción. (
Filipenses 4:6-7)
4) Como normal general, antes de comentar el error o la ofensa, hablar primero con la
persona que ha fallado, con la intención de restaurarle espiritualmente y reconciliarle
en su relación con otros. 
Mat. 18:15-17, Gál. 6:1
5) Si decide que es necesario informar a alguien de la falta de otro, hable únicamente
con una autoridad de la institución, un líder de la iglesia u otro cristiano con mucha
madurez espiritual que es capaz de contribuir a resolver el problema. 
Mateo 18:15-17
6) Por lo general, no actuar en base a lo que se ha oído pero que no está confirmado.
7) Contribuir a mantener cualquier información negativa dentro del círculo más
reducido posible.
Tal vez, ocasionalmente habrá excepciones a estas guías pero sólo cuando el creyente
no tiene motivos egoístas y está procurando el bienestar de todas las personas, la unidad, la
mejoría de la institución y la gloria de Dios.
Antes de dejar estas posibilidades del mal uso del hablar, debemos mencionar que la
mentira y la manifestación egocéntrica de la ira son otras ofensas muy serias y que tienen
consecuencias muy grandes en nosotros y en otras personas. Tocaremos estos temas en otros
artículos aparte.
D. ¿CUÁL ES EL CORAZÓN QUE HABLA BIEN?
Jesucristo nos enseñó que, si vamos a cambiar nuestro hablar, hemos de buscar que
Dios cambie el corazón. Si el corazón está bien, habrá muchos buenos frutos. No llevaremos
el sentido de culpa por muchas cosas que pensamos o decimos. Disfrutaremos la bella
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comunión y caminar con nuestro Señor. Encontraremos que estamos creciendo y madurando
emocionalmente y espiritualmente. Además, veremos cómo nuestro hablar levanta, edifica,
motiva y transforma otras personas. Aún observaremos que algunos que no conocen a Cristo
serán atraídos a nosotros, querrán ser amigos, tendrán el deseo de conocernos más porque el
Espíritu Santo ha puesto la sed de Dios en sus corazones y están encontrando a Dios en
nosotros.
¿Cuál es el corazón que buscamos tener? ¿Cómo llegaremos a tenerlo?
Un corazón arrepentido. Cada vez que pecamos con la lengua necesitamos darnos
cuenta de lo que hemos hecho, examinar los móviles del corazón y confesar esas actitudes al
Señor. Si no vemos el egocentrismo y orgullo como una necia ofensa a Dios, seguiremos en
lo mismo y no cambiaremos.
Un corazón agradecido. Cuando estamos convencidos y agradecidos por todo lo que
Dios ha hecho, está haciendo y hará por nosotros rebosaremos con satisfacción y
contentamiento. Crítica y quejas desaparecerán cuando enfocamos las cualidades positivas de
las personas y los propósitos de Dios en las circunstancias.
Un corazón que conoce el amor de Dios. Cuando seamos “capaces de comprender
cuan ancho, cuan largo, que profundo y que alto es el amor de Cristo y conocer este amor que
pasa todo entendimiento” nos sentiremos seguros en el deleite de Dios en nosotros. La
necesidad de la aprobación de otros disminuirá. Perderemos la tentación de exhibir nuestros
logros y exagerar una historia para impresionar a otros. No exaltaremos el ego tratando de ser
el centro de la atención. Nos consumirá el deseo de que otros conozcan y experimenten ese
amor, en vez de buscar que nos amen.
Un corazón que ama a Dios. Al responder al amor de Dios el corazón se llena de
adoración y alabanza. “Mi lengua hablará de tu justicia y de tu alabanza todo el día” (Salmo
35:28). Al amarle más nuestros pensamientos y conversaciones se ocupan más de Dios.
Contaremos con el apoyo, dirección, provisión y poder de Dios en nuestras experiencias.
Nuestra palabras edificarán y animarán a otros.
Un corazón que ama a la gente. Obviamente, los pecados de la lengua muestran una
falta de amor a otras personas. Si de verdad buscamos el bienestar de los demás, la mayoría
de estas faltas desaparecerán. Nunca quisiera dañar la reputación de otro. Perdonaré. “El
amor es sufrido, es benigno…el amor no es jactancioso, no se envanece…no busca lo suyo, no
se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo
sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (
1 Corintios 13:4-7).
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Un corazón humilde. En Salmo 8:13, Dios aborrece la soberbia, la arrogancia y la
boca perversa. Salmo 73:8-9 describe la soberbia de los que hablan mal: “Se mofan y hablan
con maldad de hacer violencia; hablan con altanería. Ponen su boca contra el cielo, y su
lengua pasea la tierra”. En cambio, el cristiano humilde atribuye sus éxitos a Dios, es honesto
en cuanto a sus debilidades y fallas. Evita la crítica porque reconoce que es capaz de pecar
también. Rinde el control de su corazón y su lengua al control de Dios para que él use al
cristiano como instrumento de bendición.
¿Cuál es la misión de la lengua? Hablar temas que dan gracia a los oyentes, por
ejemplo: edificar, llenar necesidades, conocer y dar a conocer, pedir perdón y perdonar,
contar lo que Dios ha hecho y comunicar buenos conocimientos. Las palabras han de
expresar afecto, ánimo, estímulo, agradecimiento, compromiso, apoyo, sabiduría, entusiasmo,
alegrías, sueños y metas. ¡Qué gozo, alegría y apoyo podemos compartir! ¡Qué bendición
podemos ser!
E. ¿CUÁLES PRINCIPIOS AYUDAN A HABLAR BIEN?
Finalmente, veamos algunas guías para ayudarnos a cultivar la comunicación que
bendice a los demás, nos da satisfacción y agrada a Dios.
Aprendamos a escuchar. Tenemos que quedar en silencio para escuchar. Tenemos
que escuchar con cuidado, atención y con el corazón para entender la necesidad, la duda, el
problema y el estado de ánimo de la persona. A menudo estamos pensando más en la
sabiduría que vamos a compartir y todavía no entendemos la necesidad que la otra persona
tiene. Podría ser que Dios quiere enseñarme algo que yo necesito aprender en lo que la otra
persona está diciendo. Una traducción de 
Proverbios 18:2 dice: “No toma placer el necio en
la inteligencia, sino se deleita en ventilar sus propias opiniones”. Oremos al Señor en ese
momento para que nos ayude a entender.
Busquemos la ayuda del Maestro. Dependamos de Dios para que nos enseñe cuándo
hablar y qué decir. David oró: “Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis
labios. No dejes que se incline mi corazón a cosa mala….” (Salmo 141:3-4). En varias
ocasiones Jesús no habló, como cuando le trajeron a la mujer adúltera y, después, en su juicio
delante de los gobernantes. En otras ocasiones habló las palabras que el Padre le había dado.
Pidamos que Dios nos dé las palabras adecuadas.
El hablar, página 10
Pensemos antes de hablar. “El corazón del justo piensa para responder; mas la boca
de los impíos derrama malas cosas” (
Proverbios 15:28). Pensar antes de hablar incluye
reflexionar sobre cómo mis palabras afectarán a otras personas. Tendremos tiempo para que
el Espíritu guíe nuestros pensamientos. Habrá espacio para darnos cuenta de móviles
egocéntricos. Si no lo pensamos antes, probablemente pensaremos después y podemos
lamentar las palabras cuando sea demasiado tarde.
Discernamos la necesidad del momento. Pablo caracterizó el hablar del creyente:
“la que sea buena para la necesaria edificación” (
Efesios 4:29Efesios 4:29
Spanish: Biblia Reina Valera - revisión de 1995 - RVR95

29 Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.y

WP-Bible plugin). Esta frase puede traducirse
“la que sea buena según la necesidad del momento”. A veces la necesidad del momento es de
decir muy poco o nada porque es su presencia y apoyo que cuenta más que las palabras, o
porque la persona que hace una pregunta realmente no busca información o ayuda. Hay
personas con enfermedad seria, con problemas económicos, desempleo o sintiendo soledad,
desánimo o enojo. Andar con Dios y alimentarnos con su Palabra nos da la sensibilidad y la
sabiduría para decir lo que anima y edifica a estas personas.
Cuando hablamos o contestamos preguntas en un grupo, hemos de discernir qué
respuesta será de ayuda para todos. A veces lo mejor es hacer cita para hablar con una de las
personas en privado. Necesitamos la sabiduría de Dios para saber cuándo guardar silencio,
cuándo ser breve, cuándo pedir la ayuda de otro, cuándo hablar individualmente o cuándo
dejar el tema para otra oportunidad.
Valoremos el silencio. La persona que puede sentirse cómoda con el silencio es el
cristiano que tiene un corazón tranquilo porque disfruta tiempos de silencio con Dios y de
meditación en la Palabra de Dios. No siempre tiene que decir algo en toda situación. El libro
de sabiduría observa: “El que carece de entendimiento menosprecia [habla mal] a su prójimo;
mas el hombre prudente calla” (
Proverbios 11:12). Salomón escribió: “Todo tiene su
tiempo….tiempo de callar, y tiempo de hablar” (
Eclesiastés 3:1, 7).
Susan Maycinik anota algunas oportunidades cuando es mejor no decir nada. En
muchas ocasiones, el silencio es la mayor bendición que existe. Debo practicar el silencio
cuando:
1) Tengo una crítica del culto en la iglesia o un líder cristiano.
2) Estoy tentado a decir, “¡Te lo dije!”
3) Quiero quejarme del tiempo, el tránsito, el presidente, el maestro, el
cónyuge, los hijos, o cualquier cosa.
4) Otro me ha criticado. Por lo menos, esperemos un tiempo para decidir.
5) Tengo información que hace que otro se vea mal.
6) Otro está molesto o triste por un problema y quiero contarle una experiencia
similar. Hágalo sólo si es para transmitir una lección que aprendió.
7) Estoy tentado a juzgar o criticar a alguién.
El hablar, página 11
8) La situacion de un amigo cabría muy bien en el tema de la conversación pero
no tengo su permiso para contarla.
9) Estoy tentado a corregir a alguién en un detalle no importante de lo que
relatan.
10) Pienso que alguien hizo una decisión mala pero es tarde para cambiar.
11) Estoy tentado a contar algo sobre mí mismo para impresionar.
12) Tengo información que podría desanimar a otros.
Sobre todo, oremos por el corazón que produce buenas palabras en el momento
adecuado. La meditación en la Palabra, el arrepentimiento y la sumisión a Dios obrarán por el
Espíritu Santo los cambios necesarios. Dios desea controlar el corazón y usar nuestro hablar
para lograr sus propósitos eternos.